Conservatorio Nacional de Música
Noticias Portada"Akas Kas llegó en el momento justo!
Nilo Velarde, profesor y egresado del Conservatorio, es uno de los compositores peruanos más reconocidos de su generación. Él fue el elegido para dar música a la ópera ballet con la que se inauguró el Gran Teatro Nacional, una celebración que convocó a todo el país. Pasada la euforia de Akas Kas, reflexiona respecto al proceso creativo de la obra y el rol de los compositores en la actualidad.
¿Qué sabor te dejó la puesta en escena de Akas Kas?
Bueno, primero, me siento agradecido por la confianza del Ministerio de Cultura en mí, y de todas las personas que trabajaron en el proyecto. Estoy satisfecho con el resultado, pese al poco tiempo que tuvimos. Pero algo así no habría sido posible sin el compromiso de todas las partes involucradas.
Una obra de ese tamaño involucra un equipo humano muy grande…
Así es: los organizadores, directores, la libretista, los bailarines, cantantes, técnicos… ¡Imagínate! Si no están todos metidos al cien por ciento, no funciona. Pero fue un gran trabajo conjunto y valoro eso.
Es un orgullo que un profesor y egresado del Conservatorio haya sido elegido para componer la música…
Gracias, de hecho no hubiera sido posible sin el apoyo del Conservatorio, el instituto Orson Welles (donde también trabajo), y por supuesto mi familia. La gente suele ignorar lo sacrificadas que son las familias de los compositores en todo el mundo.
¿Es un proceso intenso el de la creación?
Así es, hay que dedicarle mucho tiempo y energía. Si no te metes de lleno, nada va a suceder dentro tuyo. En febrero pasé un mes entero en una playa del norte y me dediqué solo a escribir. Fuera de esto, hay que investigar y coordinar con las demás áreas. Fue particularmente esencial la relación con la libretista Celeste Viale y el coreógrafo y director artístico Héctor Sanzana, con quien conversaba diariamente por Skype
ARTISTA Y ARTESANO
¿Fuera de premios como el “Casa de las Américas”, por qué crees que fuiste elegido para este proyecto?
Un factor que creo pudo ser determinante fue mi participación como compositor en “La agonía de Rasu Ñiti” (2011), ballet realizado el año pasado a partir de una obra de Arguedas. A los organizadores les gustó mucho el lenguaje que manejé y quisieron seguir esa línea.
¿Y para Akas Kas, que objetivos específicos se manejaron?
En este caso, me propuse que la obra pudiera convocar a más gente de la que suele ir comúnmente a la ópera. Por eso, trabajé con un lenguaje musical cercano al cinematográfico, esa fue una idea clave. Quise establecer una conexión con el oyente, hacer uso de un lenguaje que le resulte familiar.
Hablamos además de una celebración nacional como la apertura del Gran Teatro, un hecho integrador, democratizador, que naturalmente iba a convocar a gente que no necesariamente ve ópera, y menos aún ópera contemporánea.
Exacto, por eso consideré que era lo más apropiado para este caso. Pero en general, siempre busco integrar al público en lo que hago. Es un concepto que viene des Stravinski: el compositor debe ser artista y artesano. Debe ser capaz de hacer algo que sea valioso artísticamente y a la vez de cumplir objetivos, lograr lo que se le solicita.
Es una posición madura: hay que considerar al público y los objetivo del proyecto.
Es un proceso de comunicación: hay un emisor y un receptor. ¡No puedes obviar al receptor! Si no, estás haciendo música para ti mismo. Entonces ahí está el reto: hacer algo que no sea del montón, que tenga valor, pero que conecte con el oyente. Hay quienes critican ese punto de vista porque sienten que estás traicionando tus principios. Pero al final, se trata de un espectáculo, y nadie organiza uno para que nadie vaya a verlo, ¿no?
Además, es una mentalidad que te puede abrir puertas.
Y ahora hay más oportunidades que antes. Teatro, cine, televisión, publicidad… Las posibilidades para que mejore la situación de los compositores se están ampliando, si se tiene la mente abierta.
¿Existe realmente una “presión” hacia los compositores actuales por hacer música disonante o contemporánea?
Es cierto, la hay. Pero de hecho existen prejuicios por ambos lados: de los compositores al público y viceversa. Yo intento romper esos prejuicios y convocar a la gente, que vean cosas nuevas, oigan cosas nuevas, que vayan al teatro.
¿El compositor debe estar al servicio del drama?
No solo el compositor, también el libretista, todos… En ópera no es “la música por la música”. La narración de la historia es lo principal, todo apunta ahí. Por ejemplo, en la escena de la visión del sacerdote, un momento algo psicodélico, sí utilicé técnicas contemporáneas, porque era lo que el drama me pedía, allí sí aportaba.
“TODO PASA POR UNA RAZÓN”
Ahora que ha pasado la inauguración del Gran Teatro, ¿cómo sientes en momento en que te encontró esta oportunidad?
Es curioso, yo creo que las cosas pasan por alguna razón y en el momento apropiado. Si no se hubieran juntado ciertas condiciones, probablemente no habría podido terminar la composición en el poco tiempo que tuve para hacerlo.
¿Qué condiciones?
Por ejemplo, haber compuesto “Rasu Ñiti” el 2011. Me dio la experiencia para saber cómo trabajar música que debía ser bailada, donde hay una comunicación constante con el coreógrafo y unas pautas específicas por escena. Por otro lado, el hecho de haber trabajado en televisión…
¿Por la presión y la velocidad del trabajo?
Es verdad que en TV te acostumbras a trabajar muy rápido. Pero sobretodo, porque para musicalizar aprendí a “leer” las escenas. Descubrí que toda escena tiene un ritmo propio; me acostumbré a ver algo y automáticamente evocar qué música le correspondería. En el momento en que comprendí esto, se me hizo todo más fácil, se me prendió la luz (ríe).
O sea que, hace algunos años, el resultado no hubiera sido el mismo…
Habría sido distinto. Claro, sabía componer, sabía orquestar, había ganado el Premio “Casa de las Américas”… Pero todas estas experiencias y coincidencias me permitieron cumplir con lo que quería en el tiempo necesario. Además, tuve el aporte de José Manuel Llanqari, egresado del Conservatorio, cuya familia tiene una asociación cultural llamada “Llampalleq” en Chiclayo. Esto ayudo muchísimo en el proceso de investigación, de descifrar cómo podrían haber sonado los Moche.
¡Todo confluyó!
Por eso te digo que todo ocurre por una razón.