Carlitos, como te dijimos todos los que te conocimos. He dejado pasar el tiempo; reposar, cribar las emociones y tratar de quedarme con lo mejor de ti. Se que han escrito voces de varias áreas del conocimiento, porque a todas te entregaste en pleno. Yo quiero representar sólo la voz de los artistas que fuimos distinguidos con el privilegio de tu amistad: ese regalo pocas veces concedido en esa dimensión. Que también esa, la de todos los que siempre necesitamos que nuestras performances tuvieran un público a quien dirigirse. Fuiste tú el mejor, el más empático, el más comprometido comunicador y difusor para nosotros, los músicos; el imprescindible.
Recuerdo la primera vez que llegué a Sol Armonía, cuando así se llamaba. Estaban ubicados por la Residencial San Felipe. Quedaba tan cerca al local de Musicresciendo y tú quedabas tan cerca de las personas a las que queríamos llegar. Esa primera entrevista fue una conjunción maravillosa de recuerdos del Conservatorio, del que yo había sido Directora de Promoción de Actividades Musicales. Y tú lo sabías. Y tenías preparada una hoja de vida mía que yo no hubiese podido redactar mejor, para, en base a ello poder conversar. (La tenías, lo recuerdo, y siempre que nos vimos después la seguiste llenando de datos)
Y, efectivamente, conversamos largo y tendido. Te identificaste mucho con los valores que nuestra asociación Musicresciendo quería poner de relieve: la comunicación entre padres e hijos a través del coro familiar; el respeto a los géneros diversos y a su riqueza cultural, plasmada en la diversidad en el repertorio; nuestra adhesión a los Derechos del Niño y del Adolescente; tanto, tanto, que nos convertimos en amigos de verdad. Nos saludábamos para los cumpleaños. Cuando apreció el facebook nos parecía impersonal ese saludo y una llamadita siempre aproximado el fin del día sonaba de todas maneras.
Y cada vez que tenía algo que difundir me decías: por supuesto,
Pilarcita; encantado. Pero ya sabes: “a mi programa se va como al dentista. Se sienta uno y se entra por
orden de llegada”, con esa ronquita y amabilísima voz que te caracterizaba y te
caracterizará porque, gracias a la tecnología, no vamos a dejar de escucharte.
Me recibiste muchas veces más con cada proyecto distinto. Cuando nació el de la Escuela de Música de la PUCP, también pusiste el hombro sin reparos, identificándote con cada nueva mirada del hacer música.
Las más de las veces me preguntabas antes: y ahora, doctora: de parte de los Titulados del Conservatorio? de la Escuela de Música PUCP? de Musicresciendo? Siempre benevolente, porque sabías que estaba al pendiente de cada Profesor Honorario que se nombraba en mi alma mater y de su difusión; de las actividades de mis grandes y chicos de Musicresciendo y de la naciente Escuela de la PUCP que luego tuvo sus propios canales desde Filarmonía.
Así como queda tu voz, Carlitos; tu calidez, hombre invaluable e irreemplazable, quedarán tus textos que, tuve el privilegio de editar y compilar, pues fuiste nuestro panelista invitado al III Encuentro de Educadores Musicales de Musicresciendo en el Panel “Crítica a los contenidos de la programación musical de los medios”; que después se convirtiera en el libro La Música y los Medios de Comunicación, que editara la Universidad San Martín de Porres.
Y por supuesto que te reseñaré aquí, pues el libro se agotó, y no quisiera dejar a quienes nos lean con las ganas de saber qué decías en al año 1999. Tan actual todo ... Adiós, amigo bueno.