martes, 6 de diciembre de 2022
Discurso de Orden Promoción Bodas de Oro 1971 Normal Conservatorio Aurelio Tello
50 años de la Promoción 1971 de la Sección Normal.
Mag. Aurelio Tello Malpartida
Corría el año XXII de la fundación del Conservatorio Nacional de Música y ese 1968 se había dado inicio a un proyecto –la Sección Normal– con el que se pretendía resolver la carencia de maestros que se ocuparan de la educación musical en los centros educativos del país. Se redactó un plan de estudios que en cuatro años entregaría a la sociedad profesores formados para llevar adelante, con los niños y los jóvenes de las escuelas, el proceso de enseñanza-aprendizaje de la música.
En el verano de 1969, compré en un quiosco de periódicos una revista –Cultura musical se llamaba y su director-editor era nuestro compañero Raúl López Guzmán– que contenía el anuncio a la segunda convocatoria para postulantes a seguir la carrera de educación musical en el Conservatorio Nacional de Música. Y sin saber qué sucedería en el futuro, resolví mis problemas vocacionales presentándome al examen de admisión. No sé si todos mis compañeros vieron ese aviso y no recuerdo cuántos afrontamos esa prueba, pero 19 de nosotros fuimos admitidos en la Sección Normal del CNM con la mira de llegar a ser profesores de música. Conocimos, entonces, a los que formaban la primera camada de ingresantes, los que habían empezado su carrera en 1968, que con gestos de amistad y solidaridad nos recibieron en las instalaciones del hoy desaparecido Colegio Santa Ana, en el distrito de San Miguel, adonde se habían habilitado los espacios necesarios para los futuros maestros, mientras el histórico local de Minería 180 era recortado por el progreso para dar paso a la naciente avenida Emancipación. Creo que cada uno de los que pisamos las aulas conservatorianas en 1968 y 1969 habíamos tomado una de las dos decisiones cruciales de la vida: la de elegir una profesión. La otra es la de elegir con quien comparte uno su vida, pero no es de eso que hablaré aquí.
Los nuevos vientos que soplaban en esos tiempos en el país, anunciaron pronto cambios sensibles. El gobierno militar de entonces impulsó una reforma educativa que, entre otras cosas, cambió las estructuras de la educación que brindaba el Conservatorio. El compositor Carlos Sánchez Málaga dejó la dirección de la institución a finales de 1969 y al iniciarse el nuevo año, las riendas de esta casa de estudios las tomó el compositor José Malsio. Entonces se nos comunicó que las áreas de formación pedagógica de todas las escuelas de arte del país, el Conservatorio Nacional de Música entre ellas, desaparecerían y que los que no concluyeran sus estudios en 1971, ya no tendrían la opción de titularse. Los años 1970 y 1971 se convirtieron en unos de intenso trajín. Un grupo de estudiantes del Conservatorio que seguían una carrera de Educación Musical diferente a la nuestra, fueron incorporados a la Sección Normal y con ellos, los grupos que habíamos ingresado en 1968 y1969 fuimos reunidos en uno solo. Todos vimos llegar 1971 como un momento arduo y difícil: teníamos clases de 7 de la mañana a 2 de la tarde y con escaso respiro entre curso y curso; había que cumplir por las tardes con las prácticas docentes y por las noches darle cauce a los trabajos de tesis. Cuantas tazas de café y cuantos cigarrillos se amontonaron en nuestras mesas, mientras hacíamos las tareas que nos dejaban los maestros.
Lo que nunca estuvo ausente fue el regocijo de estar en las clases, de cantar en el coro que formamos entre compañeros, de hacer trabajos de grupo, de conversar con los profesores más allá de las horas de clase. Empezamos a descubrir las razones de la teoría y la lectura en las clases de Humberto Arteta y lo seguimos con ese ángel hecho mujer que fue doña Inés Spiers de De la Puente –con cuyo nombre hemos bautizado a nuestra promoción–, que no sólo nos dio su sabiduría, sino su amor, su profesionalismo y su don de gentes, nuestra “mamita Inés”; descubrimos la magia de la audición y la escucha analítica en las agudas e inteligentes sesiones de Apreciación Musical del doctor Isaías Helffgot o del maestro Alonso Acosta; aprendimos a manejar nuestra voz con las profesoras Nelly Suárez de Velit y Elsa Whitembury, a la que cariñosamente llamábamos “mama Elsa”; unos con el piano, otros con el acordeón, trabajaron en las clases del maestro Rafael Prieto; entendimos los procesos históricos de la música en las siempre cultas sesiones del doctor Rafael Junchaya –quien además nos abrió un universo de conocimientos con sus lecciones de psicología– o del siempre venerado maestro de maestros Enrique Iturriaga, todo el tiempo con el humor a flor de piel; los pormenores de la Historia del Arte y de la Literatura los vimos en una especie de conferencias que solían darlas los doctores Enrique Farfán y Rosita Pérez; el arte y la ciencia de la armonía y del contrapunto los recibimos de la siempre sorprendente sapiencia del compositor Edgar Valcárcel, uno de los más grandes músicos que ha dado nuestro país; la aproximación al mundo coral la guió en las tempranas horas de la Sección Normal el maestro Armando Sánchez Málaga; una maestra múltiple, empática, Haydée Quispe, nos llevó de la mano por los caminos específicos de la sociología, la psicología y la metodología de la educación; y al empezar el último año, ese 1971 que ahora evocamos, tan denso, tan difícil, tan exigente, tuvimos con nosotros la generosidad y la bonhomía del maestro Antonio Guimoye del Rosario, que asumió el reto de asesorar las tesis de los 50 graduandos que integramos esta promoción. Cómo no evocar con cariño y profunda gratitud a estos brillantes músicos que nos tomaron en sus manos para hacernos profesionales, que despertaron en nosotros una inagotable curiosidad por saber y aprender más y mejor y nos contagiaron su amor a la música, y a la cultura, y más aún, nos regalaron su amistad.
No por citarlo al último es menos importante: don Carlos Sánchez Málaga, a cuya visión de futuro se debió el paso de Academia Nacional de Música a Conservatorio Nacional en 1946, fue el impulsor de esta Sección Normal de la que hace 50 años egresó esta generación de profesores, muchos de los cuales ejercieron dedicadamente la docencia por largos años. El 11 de diciembre de 1971 dimos nuestro concierto de terminación de estudios. Ese día, cantó el coro dirigido por la mamita Inés, presentamos las bandas rítmicas que habíamos preparado en diversos grupos, tocamos a solo o a dúo, y pusimos en acción todos los verbos del afecto: cantamos, reímos, nos abrazamos, lloramos, y no nos dijimos adiós, sino que, como en la “Canción de la despedida”, sólo dejamos correr un “hasta luego” sin pensar que 50 años –se dice rápido, pero es toda una vida–, 50 años más tarde nos volveríamos a encontrar para traer a la memoria algunos de los años más felices de nuestras vidas. Le pedimos a Enrique Iturriaga unas palabras y esas, dichas con la sencillez con la que el querido maestro solía expresarse, fueron: “se gradúan de estudiantes, porque el aprendizaje de la música nunca concluye”.
Salimos, pues, al Conservatorio abierto de la vida, a seguir aprendiendo, a recorrer nuevos caminos, a abrir brecha, a emprender otros retos y desafíos, a generar espacios y escenarios donde volcar o cultivar aquello que habíamos aprendido, a compartir la música con nuevas generaciones. Evoco con afecto a quienes ese 11 de diciembre de 1971 egresaron de esta casa, nuestra alma mater, hoy Universidad Nacional de Música. Unos siguen, amorosamente, al pie del arpa; otros, ya cumplida la tarea, viven los años del descanso; hay quienes dejaron el país buscando otros horizontes que los que podían vislumbrar en el suyo propio; traemos a la memoria el recuerdo de aquellos que emprendieron el viaje sin retorno. Menciono los nombres de mis compañeros para que entre nosotros, los que sobrevivimos, nos recordemos y nos tengamos presentes, para que no le demos lugar al olvido y a la desmemoria, para que merecidamente vivamos en la historia de esta institución que un día fue nuestra casa:
Álvarez Moreno, Carlos;
Andrade Huamanrimachi, Hermelinda;
Astonitas Guanilo, Sara +;
Becerra Ortega, María Elena;
Berastaín Espinoza, María del Carmen;
Bermúdez Martínez, Jorge Hugo;
Bustamante Vidal, María Luisa;
Cachay Díaz, Elina Morayma+;
Calderón, Marco +;
Carbajal Isla, Nicanor Niceto+;
Castro Aguilar, Augusto;
Castro Balbi, Jesús Oscar;
Centeno Rivera, Luis Edgardo;
Chávez Santa María, Rolando;
Croce León, Rolando;
Espinosa, Silvio+;
Flores Valcárcel, José;
Frías Vento, René Bernarda +;
García Naranjo Morales, Aída del Carmen;
González Castro, Ana+;
Guerra Orihuela, Irene;
Guerrero Bisbal, Jeannette;
Heinrich Del Valle Fernández,
Aurora Elida Rosa; Huamaní Ruiz,Mercedes Julia;
Li Wong, Sonia;
López Guzmán,Raúl;
Martínez García, Silvia María;
Mazzini Armas, José Crishna;
Meza Marotta, Peggy;
Miranda Medina, Eduardo;
Müller García, Bárbara Amneris;
Mundargo Luna, María;
Palomino Ludeña, Héctor+;
Patiño Castillo, Doris Alicia;
Pimentel Pinello, Diana María;
Poggio Tessitore,Graziella +;
Portocarrero Ramos, Martina Leonila+;
Rebaza Vigo, Zoraida;
Ruiz Caro, Yolanda+;
Sáenz Castro, Lastenia +;
Salazar Suárez, Alida Cecilia;
Schiaffino Alvarado, Gino Aldo+;
Sialer Tirado, Bertha Margarita;
Tello Malpartida, Aurelio Efraín;
Tello Balarezo, María Silvia +;
Vázquez Carrión, Gonzalo;
Victorio Goñi, Sebastián Constantino +;
Vivanco Guerra, Alejandro +;
Vizcarra Martínez, Emilio Andrés; y
Wong Saavedra, Alfonso +.
A nombre de mis compañeros agradezco a la Universidad Nacional de Música, a sus directivos: maestra Lidia Hung Wong, presidenta de la CO de la UNM, maestro Claudio Panta, VP Académico de la CO de la UNM, maestro Diego Puertas, VP de Investigación de la CO de la UNM, y a las diferentes instancias de la Universidad (Imagen, PAMRES, DITEC) haber hecho posible la instalación de esta placa que recordará por largos años, por largo tiempo, a los muchachos de la Sección Normal del Conservatorio Nacional de Música al conmemorarse las Bodas de Oro de nuestro egreso.
Aurelio Tello y Bertha Sialer de Mansilla