jueves, 23 de febrero de 2023
Abel Rozas Aragón escribe en el Diario del Cusco sobre la ópera "La Honra de mi pueblo"
Nos ha llegado de manos del propio autor este artículo escrito por Abel Rozas Aragón, distinguido titulado del Conservatorio Nacional de Música, aparecido en el Diario del Cusco el día de hoy, 23 de febrero de 2023, celebrando el cincuentenario de la primera presentación de esta obra que él explica.
LA HONRA DE MI PUEBLO
Abel Rozas Aragón
Claro que lo recordaba, aun cuando no tenía la fecha exacta de aquella primera presentación. Pero sí, fue en febrero de 1973, en el Paraninfo Universitario de la Plaza de Armas, con un lleno de banderas. Ahora, con la Voz disonante/Palabras para la juventud entre manos i ojos, libro póstumo de Pablo Ojeda Vizcarra, tengo el dato preciso. Fue el viernes 23 de febrero de 1973, hace tan sólo cincuenta años. Vale la pena recordarlo i conmemorarlo.
Me refiero al estreno de la obra La honra de mi Pueblo de Hugo Bonet Rodríguez (1942) por el Teatro Experimental Universitario Cusco, TEUC, que lo dirigía. Se presentaba como “teatro musical” -tal cual reza en el libreto- por las diversas secciones que habían sido musicalizadas por Pablo Ojeda Vizcarra (1936), gran amigo i compañero suyo en muchos avatares ideológicos i culturales, sobre todo al interior de la Agrupación Cultural René Ramírez Lévano que lo habían fundado en julio de 1970. A nuestro entender, tenía visos de zarzuela donde, como es conocido, se intercalan las secciones recitadas o habladas con aquellas otras cantadas e inclusive bailadas. I La honra tenía todas estas características. Claro que Pablo cuenta que cuando Hugo le sugirió en agosto de ese mismo año crear una obra al alimón, le espetó lleno de entusiasmo: “Hagamos una ópera!”; mas, luego de muchísimas lecturas, “logramos situarla, aproximadamente, dentro del género de ópera balada. Pero nuestro deseo -prosigue- era darle un nombre más particular i menos europeizado, así que optamos por llamarla Teatro Musical.” Bueno.
Volviendo a lo nuestro, mi casi furtiva participación en el asunto fue sorpresiva para mí mismo, por entonces íntegramente abocado al Coro Inti, la Escuela Regional de Música “Leandro Alviña Miranda” i hasta la Orquestal Cusco, del cual era también su “joven director”. (Una pequeña sinfonietta, ya en sí lánguideciendo luego de casi 30 años de importante labor.) Es el caso que una noche de diciembre de 1972, luego de una presentación conjunta del TEUC i el Inti en el Paraninfo Universitario de la Plaza de Armas, Hugo me comentó de pasada que en enero próximo empezaría a montar su última obra con el TEUC, i sería “muy lindo que nos des una manito, porque tiene partes musicales, cantadas…” Ah, interesante i, por lo visto, otra nueva experiencia artística, me dije, i accedí de primera intención.
De temática eminentemente social, en lo musical se trataba de más o menos una decena de sencillas canciones para canto i piano, para solos i en coro, a una sola voz, muy asequibles i de muy característico corte popular cusqueño. Ya con fines eminentemente vocales, le hice algunos comentarios i sugerencias a Pablo, como también lo dice en su Voz disonante: “Todavía tuve que hacer correcciones de tonalidades por sugerencias acertadas de Abel Rozas i Pedro Casas. A todo esto se sumaba la ayuda de mi padre en la orquestación”, vale decir Roberto Ojeda Campana, autor del Himno al Cusco.
Los ensayos empezaron a inicios del año, como estaba previsto, encontrando a una veintena de muchachos antonianos de las muy diversas facultades que, a primera vista i oído, evidenciaban un formidable espíritu de colaboración i entusiasmo, producto de sus inquietudes artísticas i convicciones ideológicas “de izquierda progresista” que cultivaban al interior del grupo, teniendo a Hugo como mentor, claro está. Sin embargo, luego de unas dos a tres semanas de trabajo tuve que dejarlos hasta los primeros días de febrero, a fin de asistir a un Curso de Dirección Coral en la Universidad de Lima a cargo del reconocido maestro peruano Manuel Cuadros Barr. Sería la primera vez que participara en un evento académico de tal naturaleza, i fuera del Cusco, lo cual significaba también mi primer “encuentro” con los colegas limeños i quizás de otras ciudades del país. (Al final, fui el único “del interior”.) En verdad, toda una valiosísima experiencia que me encandiló de sobremanera en aquellos iniciales arrebatos directrices que ya los había asumido desde hace algunos años, guiado tan sólo por la experiencia i el recuerdo de la la labor que desarrollaron con el Inti los maestros Antonio Ibáñez Rodríguez i en especial Armando Guevara Ochoa, del cual hasta fui su “Asistente”.
Mi urgido retorno estuvo, entonces, lleno de ilusión, porque precisamente quería poner en práctica con los muchachos del TEUC todo cuanto había podido asimilar en aquel curso capitalino de una semana. I así, pese a que no se trataba de un elenco netamente coral, por primera vez practicamos con ellos “relajamiento, respiración técnica, calentamiento de voces, resonancia, empaste, fiato, dinámica, carácter…” I la obra se fue armando pues con mayor solvencia i seguridad, con el acompañamiento al piano de Pedro Casas Zapata, i luego inclusive ya de una pequeña orquesta de cámara. En el programa de mano, presentado por la Dirección Universitaria de Proyección Social i la Federación Universitaria Cusco, se lee: “Orquesta – Músicos de la Orquestal Cusco”.
Hasta que llegó aquel esperado viernes 23 de febrero, i a su reprise al día siguiente, con el teatro colmado de una entusiasta concurrencia que gozó mucho del espectáculo por su singularidad i propia calidad interpretativa; e ipso facto, el lunes 26, ya estábamos enrrumbando hacia el sur del Perú por Peruvian -vía férrea- una numerosa delegación de más de veinte personas, entre artistas i personal de apoyo, en un extenso “periplo aventura” -en toda la extensión de los términos-, como lo califico en mi última Miscelánea cultural del Cusco. Actuamos en Puno, Juli, Azángaro, Arequipa (a la ida i vuelta), Aplao i Tacna, teniendo a La Honra como plato de fondo, aunque también estaba por allí La estatua del prócer, otra festejada producción de Hugo. Dicho sea de paso, cruzamos a Arica sólo de turismo, trayendo muchos libros muy baratos. (Habría de ser el último año de Salvador Allende.) Total, unos veinte días de incansable trajín i entusiasmo, con otra novedad aún, como ya me tenía acostumbrado el TEUC: algunas mañanas ofrecíamos cortas presentaciones en ciertas plazas públicas, a manera igualmente de propaganda para las actuaciones formales de la noche, siempre gratuitas. Yo i Pedro, los únicos musicantes de la delegación, matizábamos con algunos intermedios de acordeón i violín, fuera del repertorio teatral.
I para sellar este corto recuento, rescato con mucho cariño el reparto actoral de la Honra de mi Pueblo. En los roles estelares estaban Hido Félix (Estanislao, Challhuanca), Carmen Rosa Araoz (Martina), así como Clímaco Vargas (Apolinar, hoy un prestigioso empresario); en los secundarios, Antonio i Arnaldo Ponce de León, Gloria Catacora, Braulio Valencia, Isabel Cano (Challhuanca), Wavell Pinedo, Angélica Arroyo, Rónald Pacheco, Emperatriz Pérez i como acllas/bailarinas Gládis Valencia Rosell i Rina Giraldo Zaravia (ella última, mi esposa.) La escenografía pertenecía a Oscar Cuadros, notable pintor arequipeño, hoy en Calca; el vestuario a Silvia Gutiérrez, esposa de Hugo; i la iluminación a Edgar Pérez, dilecto empleado universitario…
Hace tan sólo cincuenta años; en otras palabras, hace medio siglo.
Calca 20 de febrero de 2023