sábado, 7 de enero de 2017

"Adoración de los Reyes Magos" - Abel Rozas Aragón

ESTIMADOS AMIGOS, me permito enviarles este articulito que publicamos el último 30 de diciembre en El Sol del Cusco. Está referido a la "Adoración de los Reyes Magos", esta bella tradición del barrio de San Blas cuyo centenario conmemoramos el domingo 18, tercero de diciembre. Ojalá merezca vuestra complaciente atención. Un cordial abrazo: ara


“ADORACIÓN DE LOS REYES MAGOS DE SAN BLAS”,
CENTENARIO

ABEL ROZAS ARAGON

La “Adoración de los Reyes Magos” fue instaurada  en San Blas el año de 1916 por su entonces cura párroco Juan Francisco Palomino, como parte de la fiesta mariana en honor de la Virgen de la Inmaculada, patrona del templo parroquial i de gran devoción del sacerdote.

Sin embargo en sus inicios la “Fiesta de San Blas” -como aún se la conoce  habitualmente por corresponder en sí a la realidad de los hechos-  tenía muchas facetas, algunas inclusive ajenas a lo religioso. Empezaba, por ejemplo, por lo patriótico, con el Himno Nacional, poemas a la patria i, hasta 1929, la presentación de una alegoría de la Madre Patria i “las cautivas” Tacna i Arica, encarnadas por tres muchachas con trajes largos, bandas bicolores i coronas. Estaba pues aún latente el recuerdo de la Guerra del Pacífico i este sentimiento también había sido recogido en “la fiesta”. Luego había una sección cusqueñista, con canciones i poemas en quechua al Qosqo, en especial de añoranza de su glorioso pasado incaico, concluyendo con un pequeño drama costumbrista, también en quechua, con un desenlace propicio i, por ende, la consabida qhaswa general de remate. En medio de todo ello estaba lo navideño que había sido incorporado a inicios de los veinte, ante la proximidad de la Navidad... Por eso “la fiesta” se movió al tercer domingo de diciembre, aunque siempre antes del nacimiento de Jesús i más aún de la “Bajada de Reyes”. Un “desfase” que ahora tiene su explicación.

Se trataba entonces de una conmemoración multifacética i politemática en torno al 8 de diciembre, día de la Inmaculada, pero “equidistante” a la Navidad. (Acorde, dicho sea de paso, a la idiosincrasia de las fiestas religiosas andinas sincréticas.) I algo más: en el contexto general, estaba precedida por celebraciones litúrgicas con novenarios, misas de fiesta i la procesión de la imagen, justo la mañana del domingo indicado que, por lo tanto, se redondeaba en la tarde con lo artístico i sus diversas facetas, como anotamos. Una jornada extensa que empezaba a la una de la tarde, más o menos hasta las seis. La vimos todavía así hasta los setenta del siglo pasado, para luego ir reduciéndose en sí hasta sólo lo navideño, “La Adoración de los Reyes Magos”, en sentido cabal, que -a su vez- tiene su propia historia, muy  interesante.

“NUESTRA SEÑORA DE LOS REYES DE BELEN”
La “Adoración de los Reyes Magos” era un auto sacramental (1) que se presentaba en forma tradicional en el barrio de Belén el 6 de enero, acorde a la misma denominación del templo, “de Nuestra Señora de los Reyes de Belén”. No se conoce su antigüedad, pero pudo haber empezado en la propia Colonia, dentro del avasallador proceso de “evangelización” que los invasores impusieron apenas desembarcados en el Nuevo Mundo. Para el sacerdote Ernesto Cucho Dolmos,  joven historiador cusqueño, habría sido entre 1614 ó 1615 en que fue párroco de Belén nada menos que Juan Pérez Bocanegra, el ilustre sacerdote cusqueño versado en literatura i música, en castellano como en quechua i aimara, autor del “Ritual Formulario e Institución de Curas” (al ser luego párroco de Andahuaylillas, convirtiéndolo precisamente en un centro de arte i cultura, como ahora lo conocemos.) (2) Con todo ese bagaje, más su innata inquietud promotora, i estando en la ciudad del Cusco luego de haber sido catedrático de Gramática en la Universidad de San Marcos en Lima, en verdad, no debió haber desaprovechado la ocasión para ofrecer a su feligresía el misterio de la navidad en forma artística i popular, tal como era el auto sacramental. En fin.

Lo que sí se sabe es que los tres Reyes Magos salían para iniciar su largo peregrinaje a Belén de una casa de la calle Pumacurco en San Cristóbal. Cruzaban el centro de la ciudad por Marqués i luego Mesón, en cuya esquina con Q’era estaba una estrella que los guiaría al “portal de Belén”. (Por eso llamada ahora Mesón de la Estrella.) Una cuadra más abajo, doblando a la derecha, enrumbaban de frente hasta la esquina con Tres Cruces de Oro para su encuentro con Herodes que los saludaba desde su balcón, existente aún tras del terremoto de 1950. Finalmente, luego de cruzar el angosto puente de piedra, subían la empinada e irregular cuesta hasta llegar al templo para adorar al Niño Jesús, entregándole sus presentes de oro, mirra e incienso. Concluía el acto con la interpretación de los villancicos a cargo de una cuadrilla de pastores. Realmente todo un acontecimiento que cerraba la navidad cusqueña.

Es el caso que esta representación fue decayendo de a poco hasta que entrado el siglo XX ya no se la reeditaba. Fue entonces que Juan Francisco Palomino decidió llevársela a San Blas para enriquecer aún más “su fiesta”, recuperando así esta bellísima tradición de teatro popular cusqueño que se habría perdido para siempre. Sin embargo, acorde a su afiatada sensibilidad i entusiasmo, la potenció con más escenas hoy clásicas i muy festejadas por el público, como son la discusión de los “Sabios, doctores i ancianos de la ley” -que Herodes sólo la refería- i la famosa “Degollación de los Santos Inocentes” a manos de los crueles vasallos del Tetrarca de Israel.

I en el plano musical, los primeros años se invitaba a la cuadrilla de Belén para que también culminara la “Adoración”. La cuestión radicaba en que los “pastores” eran ya mayores del gremio de panaderos, con voces muy  graves, discordantes con el propio carácter de las canciones i, lo más enojoso, “un tanto rogados…” Así nos lo refería Damián Rozas Zurita (3), quien habiéndolos escuchado desde niño, recopiló años después estos villancicos cusqueños, enriqueciendo luego dicho repertorio en función a una coreografía más desarrollada que creó con los “Pastorcitos -esta vez sí- de San Blas.” Ahí están el “Paseo del ángel”, la “Entrada de pastores” o las qhaswas finales -inclusive de la sección costumbrista- que le dan un mayor toque andino i sambleño.

“PAPACHA” PALOMINO
El sacerdote Juan Francisco Palomino Cáceres, tratado cariñosamente por el pueblo como “Papacha”, nació el 24 de mayo de 1873 en la casa paterna signada con el N° 40 de la “Cuesta Principal de San Blas”. Apenas ordenado en 1897, tras su brillante preparación  en el Seminario de San Antonio Abad, fue nombrado párroco de dicha jurisdicción con tan sólo 24 años de edad. Sería su único curato por 52 años, hasta su muerte el 30 de junio de 1949.

 Desde un inicio no sólo ejerció pleno apostolado con la fundación  i revitalización de asociaciones, cofradías i archicofradías, tanto como la organización fervorosa de las fiestas patronales con novenarios, triduos i ejercicios espirituales (en especial para los jóvenes i niños, a quienes luego les acudía con ropas i alimentos), sino trascendió también a la propia Catedral del Cusco donde obtuvo en 1910 la canongía como Medio Racionero, en 1916, Racionero, i finalmente en 1930, Canónigo Teologal, vale decir el más versado en la doctrina eclesiástica. I algo más: en 1915 fue nombrado interinamente Rector del Seminario de San Antonio Abad (que no pudo continuar, a propósito, por su abnegada labor al frente de “su” parroquia de San Blas.) Como preciado corolario, a más de ser un renombrado orador religioso, fue un prolífico escritor de novenarios, pequeños dramas costumbristas i poesía cusqueñista, mayormente en quechua. (4)

Por otro lado, en forma paralela -i digamos- en su faceta cívica, fue un verdadero líder que emprendió diversas acciones comunitarias en el barrio: construcción de salones de actos, escuelas nocturnas, dotación de agua, reconstrucción del templo, ornamentación de plazas i calles, implementación de parques infantiles, etc. I algo poco conocido, pero muy importante para comprender su trascendencia: desempeñó en varios períodos la función de Regidor de la Municipalidad del Cusco i en 1913 fue elegido Teniente Alcalde por el propio Consejo Municipal. Nada menos.

CIEN AÑOS
En un principio se fijó 1915 como el año en que se dio inicio a la “Fiesta de San Blas.” (5) No obstante, fue en 1916 que ocurrió el acontecimiento. Las primeras referencias lo  encontramos en dos apuntes de “Don Damián” Rozas que después fueron felizmente corroborados por otro documento valioso de los mismos archivos del canónigo Palomino.

Se trata del “Reglamento de la Unión Católica de Señoras de San Blas”, cuyo director i mentor era él mismo. (6) En la página 10, luego del reglamento como tal, se lee sin mayor transición: “Fiesta Social Mariana/Drama Religioso/En un solo acto titulado:/”Llumpac Maria”/Representado por los niños de San Blas, bajo la dirección de su cura párroco señor doctor Juan Francisco Palomino, el día domingo 11 de diciembre del año de 1916, en la puerta de la iglesia parroquial con bastante éxito i satisfacción general de más de mil concurrentes sin aviso.”

Vale decir que dicho domingo, seguramente pasado el mediodía, al concluir la procesión de la Virgen Inmaculada, que como se tiene dicho era ya costumbre, se llevó a cabo en el atrio del templo una actuación “literario musical”. Habiéndose iniciada con el “Himno [Nacional] de Alzedo al coro”, concluyó con una “Marcha final”. I en el interín se escenificaron dos pequeños dramas en quechua con referencia directa a la Virgen Inmaculada, sobre todo la primera, “Llumpac María” (literalmente “Virgen Pura” en quechua.) No obstante la segunda, aún más corta i sólo bajo el título de “Petipieza”, tenía otro corte i connotación que ya insinuaba el carácter que después tomaría gran parte de “la fiesta”. Era costumbrista i su temática rozaba con la “protesta social”, delatando el rasgo indigenista -quizás más apropiadamente “indianista”- de su autor, el “Papacha” Palomino. Veamos.

Se trata de “Mama-ccocha”, la protagonista, una mujer joven que habiendo perdido esa misma mañana sus vacas, las está buscando en la ciudad. Pregunta al respecto a un “Niñui” no especificado. Ante la indiferencia del joven, que hasta la trata de bruja, le echa directamente la culpa. Hay un altercado i es violentada: “se va contra el suelo i los vasallos del Rey corren a prenderla para conducirla a la cárcel.” Mama-ccocha, lejos de intimidarse, les enrostra: ¡Suéltenme! ¡Suéltenme! No soy como ustedes que se hacen importantes robando. Cuidado, puedo dejarles como los perros muertos que hay en San Blas.” Extrañamente concluye el drama sólo con la descripción de las acciones, dentro del tono mordaz que toma: “Es conducida a la presencia del Rey i alcanza el perdón por las lágrimas de la Ñustta i gritos de los menores [sus hijos que la acompañan] con la condición que vaya a bailar con uno de los Palaciegos i la india atrevida le contesta: que bailará siempre que fuese con su Real Magestad i el pueblo aprueba i en medio del baile se cierra el telón.”

I así con este acto tan singular -“mariano-costumbrista-indianista”- empezó la “Fiesta de San Blas” aquel 11 de diciembre de 1916 que luego, con la incorporación de la “Adoración de los Reyes Magos”, tomaría más el carácter navideño, hasta ser conocida también como la “Degollación de los Santos Inocentes” o la “Bajada de Reyes”.

Centenario de una valiosa tradición que sólo dejó de presentarse dos años: el primero en 1949, a la muerte del padre Palomino, i el segundo en 1983, cuando la plaza i la cuesta principal del barrio eran restauradas en su integridad. Después siempre se la ha reeditado, contando tan sólo con el arraigo que los niños i jóvenes del barrio asumen con entusiasmo, ajenos a cargos parroquiales o asociaciones que pudieran distorsionar su entrega espontánea. (Claro está, bajo la conducción de una familia que del mismo modo ha asumido la tarea como algo implícito a su cusqueñismo i sambleñidad. La nuestra, desde hace ya tres generaciones.) Un honor para el -cada vez menos- populoso barrio de San Blas i para el Cusco mismo por ser una de sus expresiones más auténticas i vivas de arte popular. Ahora ya secular, pero de raíces mucho más profundas.

Cusco, diciembre de 2016.

NOTAS
(1) El auto sacramental era un género de teatro español de carácter religioso sobre temas bíblicos, con personajes alegóricos.. Se presentaba al aire libre, casi siempre en la puerta de los templos, con fines de educación popular religiosa.
(2) En “El Ritual”, impreso en Lima en 1631, aparece su “Hanac pachap”, la  bellísima polifonía andina-renacentista, por lo tanto, la primera obra musical publicada en América.
(3) Damián Rozas Zurita (1906-1984) fue secretario, ecónomo i organista del templo de San Blas, acompañante de por vida de Juan Francisco Palomino. Participó desde niño en la “Adoración”. Fue su director a partir de 1929.
(4) “Manual de Sacerdote o sea Biblioteca Selecta de Predicadores”, Tomos I (1932) i II (1935), Cusco.
(5) Margot Beyersdorff  lo asume en su obra “La Adoración de los Reyes Magos”, Cusco, 1988.
(6) Había sido aprobado el 30 de diciembre de 1916 por la -entonces- Diócesis del Cusco e impreso en la “Tipografía Infantil Triunfo 90, 1917.”