sábado, 25 de febrero de 2012

Carlota Constantini nos escribe: 27 de Febrero, Gerardito....dos años

27 de Febrero, Gerardito....dos años
Queridos todos,


Este Lunes 27 de Febrero se cumplirán dos años de la partida de mi amado Gerardito. A manera de recordatorio, he querido compartir con ustedes una vivencia muy particular que le sucediera hace ya muchos años; estoy segura que al leerla, podrán recordarlo tal y como era y tal vez esbozar una sonrisa.....y esa será la mejor manera de honrar su memoria.

Afectuosamente,

Carlota
Carlota Constantini carlotac@canacad.ac.jp
 
El Recital del Reverendo Padre


Creo que era el año 1985 o tal vez el ‘86. Vivíamos en Trujillo, gozando de uno de nuestros mejores periodos de actividad artística.....tal vez el más intenso musicalmente hablando. Gerardito estaba muy entusiasmado preparando un recital de piano que se realizaría en la ciudad de Chiclayo. Una conocida cooperativa de esa ciudad le había extendido una invitación como parte de varias actividades dentro del marco de…. ya no recuerdo qué celebraciones….algún aniversario tal vez. Pero, en qué auditorio? En qué piano?

Grande fue nuestra sorpresa al enterarnos de que la Cooperativa Chiclayo tenía el mejor piano de concierto en todo el norte del país, un hermoso Steinway de ¾ de cola prácticamente nuevo! Tenían un pequeño pero muy bien puesto auditorio en el que la atracción principal era, por supuesto, este instrumento. La verdad…....no entendíamos bien cómo semejante belleza había ido a parar a una sala de actuaciones de una cooperativa (!) y no de una institución cultural.

Gerardito había preparado un recital de grandes dimensiones musicales, entre las que recuerdo: una Suite Inglesa de J.S.Bach, una Sonata de Beethoven, una Balada de Chopin. Estaba emocionadísimo con esta oportunidad y se preparó con esmero y con mucha anticipación.

Un día antes del evento le acomodé cuidadosamente la maleta, tratando de evitar arrugas en su célebre camisa negra de concierto (confeccionada por “Panchita” y la que usó durante casi 20 años más!) y su pantalón (negro, por supuesto). Con su maleta, sus partituras y alegría en el corazón Gerardito se despidió para ir a la estación del autobús que, en aproximadamente 3 horas, lo llevaría a Chiclayo.
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Mientras revisaba sus materiales en una pequeña habitación al lado del escenario, un hombrecito de edad avanzada se presentó como el técnico/electricista de la cooperativa y le comunicó que tenía que salir a arreglar un letrero luminoso colocado sobre el techo, de un edificio cercano, pero que le dejaría las luces del escenario prendidas para que pudiera ensayar. Cualquier "arreglito", lo haría poco antes del recital, esa noche, antes de las 7:30. Con toda amabilidad, el técnico se despidió y cerró la puerta tras de sí. Minutos después Gerardito entraba a un escenario totalmente iluminado.........con luces de todos los colores! Rojo, azul, verde, amarillo, naranja por aquí, violeta por allá, una verdadera y turbadora explosión de colores al más puro estilo “Saturday Night Fever!! Recuerdo que me contaba que le dio vértigo, que el escenario parecía una pista de baile de discoteca y que en cualquier momento aparecería por allí John Travolta! Y el hombrecito? Ni rastro! Buscó frenéticamente el tablero de control, pulsó todos los interruptores que encontró y ninguno apagaba el arco iris. Y ahora? Pues nada.......a mover el piano de manera que las luces no le dieran en el mero ojo y a ensayar no más! Las teclas reflejaban destellos rosados, celestes, sombras liláceas, Bach estaba verde y a Chopin (el libro!) se le veía morado; con náuseas, preocupado y desconcentrado guardó sus suites, sus sonatas, sus baladas y retornó al hotel.

Los pianistas tienen la desventaja de no poder llevar nunca consigo "su instrumento" y tener siempre que adaptarse a las condiciones de aquél que le sea provisto para una actuación, sea un recital, un concierto, una clase maestra, etc. etc. Felizmente el Steinway estaba sorpredentemente bien afinado y en muy buenas condiciones. Esto por lo menos fue motivo de alivio.

Dos horas antes del recital Gerardito estaba de regreso en la sala, buscando desesperadamente al "hombrecito" que no aparecía por ningún lado. Finalmente, una hora antes llegó el técnico, quien, ante el pedido de quitar todos los colores y colocar solamente luces blancas en el escenario, no disimuló en absoluto su desagrado y desilusión. "Pero si así está más bonito señor.....con los colorcitos se ve más artístico", dijo con su cantado acento del sólido norte...

Me lo imagino impecable y muy guapo en su atuendo negro…… su piel lozana, sus mejillas brillantes y rosadas contrastando con su negrísimo bigote y sus pobladísimas cejas tan características de él, y todo coronado, ya-a-esta-joven-edad, por una inminente calvicie, con un marco casi franciscano de delgados cabellos ensortijados, aún muy negros. Se habría echado su Royal Regiment en la cara y detrás de las orejas, como era su costumbre y estaría caminando nerviosamente dentro del cuartito, dando vueltas sobre sí mismo, esperando salir a ofrecer su recital.

La sala estaba llena; se había hecho mucha publicidad y un ansioso público aguardaba al Maestro Constantini. A las 7:45 p.m. (nunca se empieza a la hora, eso sencillamente no se hace en el Perú!) se inclinó ante el público ofreciendo sus saludos. De inmediato empezó el programa con J.S.Bach.

Llegó el momento de la Sonata de L.V. Beethoven, la Op. 110. Como es de esperarse en un público no acostumbrado a este tipo de repertorio, los aplausos iban y venían en cuanto había un silencio prolongado o entre movimientos de la sonata. Sin embargo, durante el Adagio, tuvo que contener la risa cuando un ronquido resonó imprudentemente desde el auditorio. Una persona conocida que había asistido al recital, le preguntó, al momento de los saludos, qué le había pasado en un momento mientras tocaba “esa canción”; se había olvidado de la música? Se perdió? No entendía por qué se pasó tanto rato tocando una sola tecla en el piano!!

Puedo imaginar la expresión de Gerardito ante tal pregunta! En el Adagio de la Op. 110 hay un compás en el que se toca repetidamente la nota La con la mano derecha: primero es una corchea y luego vienen 5 semicorcheas seguidas de 21 fusas (!) mientras un acorde de redondas es sostenido con la mano izquierda. El despistado amigo pensó que Gerardito se había aferrado a esa nota tratanto de recordar lo que venía después!
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El hotel donde se hospedaba quedaba a pocas cuadras del auditorio. Cansado pero muy contento se quitó la corbata “michi”, dejó sus partituras y aún en su atuendo de concierto salió de prisa al encuentro de un restaurante y premiarse con una buena cena de algún potaje típico Chiclayano. Entró a uno que le pareció adecuado, bastante limpio y con buena iluminación. Mientras caminaba entre las mesas buscando una dónde sentarse, los comensales le sonreían y le hacían venias con la cabeza a modo de saludo. Encontró un buen lugar y, exhausto, se acomodó en una esquina para poder dominar el panorama desde allí. Eso le gustaba mucho, observar todo a su alrededor. Seguían llegando clientes y todos le saludaban y él respondía con las mismas venias. Por supuesto que gozaba de estas reverencias y se sintió muy orgulloso de que todas estas personas hubieran estado en el recital; no encontraba otra explicación a tanta amabilidad……….

“Buen provecho, Padre”, se despidió una sonriente señora, mientras Gerardito disfrutaba de su cena. “Ahhh! De eso se trataba! Creen que soy cura”, pensó de inmediato, mientras asociaba todas las venias y caras amables con su imponente figura vestida de negro de pies a cabeza! Una malévola sonrisa se le dibujó en la comisura de los labios…. se sintió poderoso……

Mientras los pensamientos sobre esta extraña situación iban y venían, ocurrió algo inusitado. Un hombre, al que ya Gerardito había divisado sentado solo en una mesa, con el rostro totalmente consternado se paró, se dirigió hacia su mesa y se sentó frente a él; con la cabeza entre las manos, empezó a sollozar. “Padre, veo que Usted es nuevo por aquí; ayúdeme, dígame qué debo hacer. Los encontré juntos, los quise matar…… pero solo pude salir corriendo. No puedo quedar ante el mundo como un cornudo y encima… cobarde. El arma aún está cargada – decía el hombre mientras ponía un revolver sobre la mesa – y quiero ir a buscarlos, Padre!”

Me contaba Gerardito que fue un momento de una intensidad escalofriante, una vivencia verdaderamente aterradora: estaba frente a un hombre que desnudaba ante él su alma, un hombre que quería matar a su mujer y al amante y acudía a él, al “Padre” para pedir auxilio. La capacidad de persuasión nunca fue precisamente una de sus virtudes; él era contundente en sus convicciones, muchas veces inobjetable y ante sus poderosos argumentos no cabía otra cosa que aceptar a rajatabla lo que decía! Pero en esta ocasión tuvo que valerse de una sutileza ajena a su naturaleza (si de convencer se trataba!), de todos sus recursos intelectuales, sus conocimientos de religion, ética y por supuesto su denotada verborrea, para poder convencer a este pobre hombre que un crimen no haría sino castigarlo a él: los dos muertos “bien muertos” estarían, en cambio él, aparte de estar encerrado y pudriéndose en una miserable cárcel por el resto de su vida y ser un ignominioso pecador ante los ojos del “Señor”, cuando le llegara el momento, se quemaría eternamente en el infierno y quién sabe si hasta de repente allí se encontraba nuevamente con ellos, con su mujer y su amante!

Luego de descargar el tambor de su revólver y dejar las balas sobre la mesa, secarse las lágrimas y agradecer efusivamente al reverendo, el hombre salió turbado pero aliviado, dispuesto a alejarse y empezar una nueva vida en otro lugar.
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Con la mirada perdida y una extraña sensación en el corazón, muy lentamente terminó su café. Esa noche, entre Bach, Beethoven y Chopin, luces de colores y un disfraz de cura, un pianista había salvado a tres almas de la muerte y del infierno………

Carlota Mestanza R.
Kobe, Febrero del 2012