martes, 16 de octubre de 2012

SE fue un gran amigo: TOÑO CISNEROS


ANTONIO CISNEROS
PuntoEdu/PUCP

Rendimos tributo a Antonio Cisneros, poeta esencial y amigo entrañable. Distintas voces de amigos, alumnos y colegas se unen para recordar al querido Toño.
Desde lo alto de un edificio, el poeta Cisneros asomó su silueta acompasada, presa del entusiasmo y un cigarro encendido. En la calle, decenas de chilenos eufóricos miraban atentos sus gestos en contraluz; él saludaba, seguramente enrojecido por la emoción de sentirse un rockstar del verso libre. La ventana siniestra desde la que recitó sus “Cuatro boleros maroqueros” –con sabor a Lucho Barrios– constaba solamente de un marco típico, un micrófono y un potente reflector que pintaba de azul sus gestos. En ella, la imagen corta de un recital callejero en algún distrito de Santiago, vemos a Antonio Cisneros dándole al verso esa profunda sonoridad de su voz amable.
Se ha dicho mucho sobre Cisneros desde su muerte: se le ha recordado su promisorio debut poético a los 17 años, su amistad con otros poetas de su generación como Javier Heraud, Rodolfo Hinostroza, Luis Ortega, Marco Martos y Luis Hernández (la llamada Generación del 60), su paso por nuestra Universidad para estudiar Literatura, sus primeros galardones, el Premio Casa de las Américas de 1968, el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda del 2010 y el Premio Southern Perú 2011 (que lo hizo merecedor de la Medalla José de la Riva-Agüero y Osma a la creatividad humana) por su reconocida trayectoria como poeta y gestor cultural. Cisneros ha sido, además, investigador literario, docente universitario, cronista, editor, periodista cultural, viajero y un gran amigo para muchos. Personaje urbano, mimetizado con el paisaje de su amado Miraflores, Cisneros ha sido influyente en diversos idiomas y en muchas partes del mundo: se le ha traducido, entre otros, al inglés, francés, alemán, húngaro, griego, japonés, turco y serbio.
Antonio Cisneros no leerá nunca más un poema nuevo frente a un púbico ávido, no obstante, su obra retumba, como su voz, en las calles y gentes que lo escucharon recitar.
Lee cómo lo recuerdan Rocío Silva Santisteban, Juan Gargurevich, Andrea Cabel, Balo Sánchez León, Sinesio López, Renato Sandoval, Mario Munive, Juan Acevedo, Nelson Manrique.

Antonio Cisneros era un sistema solar rodeado de diferentes grupos de amigos que podían tener mucho, poco o nada que ver unos con otros. No era el centro de todos ellos, pero su conversación torrencial, ingeniosa y cultivada, emitida con voz potente y dominante, terminaba tomando la batuta de la orquesta y es que en el fondo, algo de sentimiento solar había en él, algo de sentirse digno de la admiración y el cariño ajenos, pero a diferencia de tanto mediocre que mete codo y cabe para ganarse la atención preferencial de las tribunas, Antonio Cisneros se la merecía, por su alta calidad de poeta castellano accesible a las conciencias leídas como también a las no leídas (cuando recitaba como un maestro del púlpito) y especialmente, por su poderosa capacidad de querer y ser querido. Antonio me escribió un poema que prologa una selección de mis artículos humorísticos publicada en 1986, titulado: Elogio de la Locura. No sé si merezca un lugar en las antologías literarias, pero ocupa el primer lugar en la antología de mis afectos. El once de octubre, Toño debió presidir un concierto de música antigua organizado por el Centro Cultural Inca Garcilaso, del Ministerio de Relaciones Exteriores, que dirigía con envidiable solvencia. No pudo estar, por eso, cuando las campanas de la vecina iglesia de San Pedro dieron las ocho de la noche, tocaron para los que coincidimos allí un doloroso repique de difuntos que sigue y seguirá sonando hasta que esas campanas se caigan de podridas.
Luis Freire

Postales para un poeta
http://es.scribd.com/doc/110064531